Durante muchos años, la mayoría de las casas se han levantado con tabiques interiores de ladrillo. La introducción en ellas del pladur se ha hecho de manera bastante reciente, ya que llegó a España hacia finales de los años 70 del siglo pasado. Y no sin reticencias, puesto que este material, en general, genera desconfianza, a pesar de que su calidad ha mejorado más que notablemente desde su introducción. Los tabiques de pladur suelen generar más rechazo que uno de ladrillo, por diversos motivos.

Generalmente, un tabique de pladur se considera como de menor calidad que uno de ladrillo. Pero nada más lejos de la realidad. Las paredes de pladur pueden ser tan resistentes y aislantes como las de ladrillo. Pero la elección entre un material y otro vendrá determinada no sólo por las necesidades de cada construcción o reforma. También por muchos otros factores, como el presupuesto o la necesidad de pasar cables por el interior de la pared.

Paredes de ladrillo: ventajas e inconvenientes

Las paredes de ladrillo son las que se levantan de manera tradicional. Con bloques de ladrillo y cemento, para después enlucirlas y pintarlas o empapelarlas. Los ladrillos, por su pequeño tamaño, se pueden transportar con facilidad. Además, se pueden utilizar en cualquier momento para hacer pequeñas reformas o añadidos a paredes ya existentes.

Los ladrillos son también bastante resistentes. Por lo general, las paredes de ladrillo aguantan bien los golpes. Además, en ellas se pueden colgar sin casi ningún problema todo tipo de materiales: cuadros, estanterías, calderas, etc. Y en otro orden de cosas, los ladrillos que sobran se pueden guardar sin problemas en un trastero. Resultarán útiles si hay que realizar modificaciones o reformas más adelante.

Entre los principales inconvenientes de este tipo de paredes está el hecho de que la obra para hacerlas genera bastante más suciedad. También se tarda más en terminar de construir. Levantar paredes de ladrillo es un proceso que lleva su tiempo. Y mientras se construye, no hay que olvidarse de comprobar cada cierto tiempo si la pared está recta. O revisar que todos los ladrillos están colocados al mismo nivel, tanto en vertical como en horizontal. Si no lo están, la pared puede quedar abombada.